Colombia, como un país en donde la diversidad se avala de acuerdo a lo que aquellos que manejan los hilos de lo político y lo económico dictan, se encuentra en gran debate por los derechos de las parejas del mismo sexo, quienes sueñan con que la constitución y el gobierno les reconozca los derechos que tienen como seres humanos y como ciudadanos de un país democrático, pero simplemente en eso queda en un sueño de mil colores que trata de cubrir la dogmatica sociedad que aún piensa en blanco y negro.
A pocos días de cumplir una década desde que el primer sueño del matrimonio entre parejas del mismo sexo se tiño de colores, nos damos cuenta que el color no es fácil de lograr cuando no hemos salido de la sociedad a blanco y negro, que en la diversidad no encuentra una oportunidad sino una diferencia que puede generar conflictos ‘irremediables’ dentro de nuestra ‘bien lograda’ organización social.
El primero de abril se conmemoran diez años del primer matrimonio gay en el mundo, realizado en Holanda, en donde cuatro parejas del mismo sexo contrajeron nupcias. Sin embargo el caso de este país solo se reproduce a lo sumo en 10 países más en donde la legalidad de las uniones maritales tiene un valor significativo.
En el caso de Colombia el tema ha generado una polémica que va más allá de los intereses sociales, puesto que los intereses políticos y económicos salen a flote a la hora del debate. La legalidad de las uniones maritales en parejas del mismo sexo en Colombia no va más allá del reconocimiento de los derechos humanos, los cuales deben respetarse perse, pues la sociedad dogmática y conservadora ve en estas uniones el fin de la ética y de la moral en la cual se construyó el país.
El símbolo de la comunidad LGBT, una bandera de seis colores, que demuestra la diversidad y el reconocimiento, se alza en pocos lugares que han sido conocidos como ‘Zonas de Tolerancia Gay’ en donde la tolerancia no va más allá de la noche, del bar o del café-bar. El sueño de batir la bandera y de permitir que los colores tiñan una ciudad que se ha dejado llevar por falsas morales y por prejuicios absurdos, no es más que eso, un sueño, pues en esta ciudad que a blanco y negro aún está, el color es algo que sólo se permite en la mente de los utópicos que día a día luchan en pequeñas oficinas y en reducidos espacios para generar una visibilidad de lo que en términos no inferiores es lo normal.
Thijs Timmermans, quien contraerá matrimonio el primero de abril en Holanda, comentó que "no es una cuestión de ser o no ser homosexual, es una cuestión de amor". Sin embargo en un mundo tan extenso, se muestra un mapa con un solo color, el de España, en donde el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de ley en donde las parejas homosexuales tendrán los mismo derechos que las parejas heterosexuales, siendo el primer país de habla hispana que permite la adopción a parejas del mismo sexo.
La lucha interminable deja folios y carpetas archivadas que siempre se retoman para una nueva negativa. Claramente se puede evidenciar la protesta en frente de la Procuraduría General de la Nación hace pocos días, cuando el procurador Alejandro Ordoñez aseguró que “a la Corte Constitucional le corresponde la guarda y supremacía de la Constitución ‘en los estrictos y preciso términos’ del artículo 241 de la Constitución Política”; la cual según el mismo dice qué “el matrimonio ‘es una relación familiar, que se constituye por un vínculo jurídico, que une a un hombre y una mujer’, que excluye uniones poligámicas y homosexuales”
La negligencia de entidades y de personajes es aquello que pone una barrera ante la lucha, para así dejar demostrado que la sociedad colombiana es una sociedad dirigida por una ética y moral católica que se rige bajo las leyes de un Dios que prohíbe y castiga, sin darse cuenta que son muchos los conflictos y consecuencias que producen en las personas y en general dentro de la comunidad LGBT, quienes en muchas ocasiones ven amenazada su integridad como seres humanos y en especial como ciudadanos, en donde estos actos que vienen de aquellos altos cargos avalan que la misma sociedad se encargue de desteñir los colores que cada quien se encarga de procurar en su diversidad sexual y de género.