sábado, 7 de noviembre de 2009

Río de sangre en Siberia

Entradas las seis de la tarde, André y Dimitri se encontraban en Kémerovo, al noreste siberiano; la tormenta que azotaba la Federación Rusa, era la más fuerte en los últimos diez años. André conducía su auto, un viejo Mustang modelo ’85, que le había sido regalado por su padre para su cumpleaños número 18; Dimitri, que miraba por la ventana, se lamentaba por todo lo ocurrido en Moscú durante las últimas semanas. Su pensamiento, que lo trasladaba al pasado, lo hacía olvidar del sangrado que emanaba del dedo anular de su mano izquierda.

Pronto habrían llegado a Gorno – Altaysk, en donde cruzarían la frontera hacia China. André llevaba conduciendo más de 15 horas seguidas, lo cual preocupaba a Dimitri, pero este último se encontraba muy consternado por el asesinato de sus padres y por lo tanto André no le permitía conducir. Todo había ocurrido tan rápido que ni siquiera ellos podían explicarse como lograron huir. Dimitri dejó resbalar una lágrima por su pómulo rosado; él era un joven bello, delgado, rubio, de ojos azules muy expresivos y su cara, pálida como la luna, dibujaba siempre una sonrisa. 

André, en cambio, era un hombre acuerpado, de cabello negro como el ébano y ojos azules tan fríos como la tundra siberiana. A pesar de su apariencia tosca y poco amable, él era en realidad un hombre bueno, sensato y muy alegre. Cuando llegaron a la parte sur de Kémerovo, ambos se encontraban agotados, así que decidieron quedarse en un hotel para descansar; reanudarían su viaje en la mañana luego de comer algo y haber conversado tranquilamente acerca de que harían al llegar a China.

Todo había iniciado cuatro meses atrás cuando André regresó de Inglaterra, donde había estado los últimos 6 años realizando sus estudios universitarios. A pesar de su corta edad - 23 años - André era un gran empresario que ahora se dedicaría al manejo de la industria de gas natural de su padre. Su padre, Nicolás Petrov,  era una persona muy poderosa en la Federación Rusa, tenía gran influencia en la política y en la industria. Su esposa, Alejandra Petrov, siempre había estado encargada del cuidado de su hijo, por lo cual entró en gran depresión cuando este se instaló en Inglaterra; depresión que había finalizado a la llegada de André, puesto que era hijo único y el orgullo de la familia Petrov. 

Instalado en su nuevo cargo, como gerente en la empresa de su padre, y gracias a sus habilidades administrativas, se convirtió rápidamente en un empresario respetado por sus empleados y competidores. En uno de sus viajes a las plantas, André inició una conversación con el ingeniero que se encargaba del control de producción, dado que este había implementado, con ayuda de Nicolás, un sistema de producción más efectivo. Dimitri, aquel ingeniero, era de una familia muy pobre qué se dedicaban a la venta callejera de souvenirs para turistas de la Móscu Zarista. Durante la conversación André solicito a Dimitri que se presentara ante él al día siguiente, puesto que deseaba implementar nuevas formas de relación en la empresa.

Dimitri jamás llegó a imaginarse que era lo que pasaba por la cabeza de André en el momento de solicitar que se presentara ante él, algo que descubriría pronto, pues se encontraba a punto de ingresar a la empresa para cumplir dicha cita. André que había quedado impresionado por la belleza de Dimitri, deseaba entablar una amistad muy cercana a este.  Dimitri ingresó a la oficina, en un traje muy elegante, lo cual produjo una expresión de asombro en André, quien lo había visto el día anterior en ropa de trabajo y muy sucio por su labor. Dimitri se sentó justo en frente de André, qué se encontraba tomando una taza de café.  

André decidió no tomar precauciones ante la posible reacción de Dimitri, se lanzó hacia él y le acerco los labios a un centímetro de los suyos. Dimitri se sintió intimidado, pero a su vez se sentía atraído por aquellos labios delgados y sensuales de André. Nunca llegaron a imaginarse que aquel beso tan apasionado y sincero firmaría su sentencia de muerte. Noches exóticas de Rusia transitaron por el dormitorio de un hotel del centro de Moscú, mientras André y Dimitri se encontraban desnudos, con la caricia de unas sabanas de satín sobre la piel; allí en aquel hotel habían logrado configurar un espacio de amor, uno que parecía prohibido para sus familias de tradiciones arraigadas. Una noche, al salir de la oficina, André fue seguido por un empleado a petición de Nicolás, puesto que llevaba noches sin llegar a la casa y esto empezaba a preocuparlo, tanto a él como a su esposa. 

Lo que pasó después, destruyó la integridad de la familia Petrov, pues al enterarse de la condición homosexual de su hijo y armado en rencor, Nicolás agarró su arma y se dirigió a casa de los padres de Dimitri, en donde descargó su ira junto a seis cartuchos de su 9 mm. Al llegar a casa de Dimitri y ver la tragedia que había ocasionado aquel amor prohibido, André junto a Dimitri huyeron de Moscú. Horas de viaje seguidas de largas conversaciones en hoteles pequeños de diversos pueblos de la Rusia moderna, llevaron a situaciones descontroladas y a decisiones apresuradas que pronto plantearon huir hacia China, en donde abordarían un avión hacia Inglaterra, lugar en qué vivían muchos amigos de André. 

Ya en Kémerovo, en el cuarto de hotel, Dimitri entregó su cuerpo por última vez a André, quien lo besó y abrazó como si supiera que su fin se acercaba. Dimitri empezó a sentirse débil pues en la huída de Moscú había caído, haciéndose una herida en su dedo anular con unos vidrios rotos. El sangrado no cesaba a pesar de ser una herida muy pequeña. Esa noche Dimitri le dijo a André que quería que su sangre se inmortalizara en la nieve, en la amada tundra siberiana: “Imagínate un río de mi sangre en Siberia”. Al escuchar esas palabras André acarició los labios de Dimitri, que empezaban a empalidecer también, y con un beso le dijo que todo estaría bien, que ya no tendrían que huir más y que juntos estarían por siempre. 

A la mañana siguiente, André ayudo a Dimitri a subir al carro e inició nuevamente su viaje. Dimitri en su aturdida mirada, logró ver que este se dirigía hacia el norte. Luego de seis horas de viaje, llegaron al sur de Krasnojarsk, junto al río Yenisei. Allí André tomó a Dimitri entre sus brazos y asegurándole que nunca lo dejaría se lanzó al río con él. El río se torno rojo convirtiéndose en el río de sangre de Siberia. Nunca nadie supo la verdad, pues nunca se encontraron los cuerpos de los amantes que alguna vez soñaron con estar juntos por siempre.









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