Era usual levantarme cada mañana y mirarme al espejo redondo que reposaba en una de las paredes del amplio baño, de una de las habitaciones de la casa que había heredado de mis padres. Sin embargo, aquella mañana al salir de la ducha, limpié el vapor que había cubierto el espejo y deslicé mis dedos entre mi cabello húmedo; miré mis ojos, y noté que uno de ellos estaba enrojecido en uno de sus extremos , pero no presté atención, pues pensé que se debería al champú.
Salí de casa a las ocho de la mañana al igual que cada día. Compré un
café en aquel Centro Comercial que queda entre la 5a y la 6a,
en el pasillo comercial de la ciudad, y entré corriendo al ascensor que llevaba
a las oficinas detrás del mismo. Al entrar en mi oficina, me acerque al pequeño
espejo que estaba sobre el mueble de madera de cerezo que tanto me gustaba;
allí tenía mis mejores whiskies y los mejores obsequios que mis clientes más
adinerados me traían de sus viajes.
El ojo seguía rojo y la irritación se desplazaba ligeramente, en
delgadas venas rojas que cada vez eran más numerosas. Tome las gotas que solía
usar en estos casos, y apliqué dos en cada ojo. Continué mi jornada laboral y
entre la ocupación, y el hecho de que el ojo no me producía molestia alguna, no
volví a fijarme en él durante el resto del día.
Al llegar a Casa, el enorme balcón del tercer piso se jactaba de la
bella luna que empalidecia todo el sector con su luz blanca. Entré en la cocina
y saqué una cerveza de la nevera, la destapé, y me dirigía a la sala arrastrando
los pies; el cansancio me dominaba. Pulse el botón de encendido del equipo de
sonido y de inmediato se escuchó el pisador de una estación local, seguido de
una balada; de aquellas de los años 80.
Pasé a la habitación contigua al salón comedor, era una vieja
habitación de música que mi padre había mandado a construir a finales de 1964
cuando apenas tenía 17 años y empezaba a estudiar música en un conservatorio
muy reconocido de Europa. Miré a través de la ventana que daba al solario, y me
fijé en la bella noche que hacía afuera. Me acerqué a la puerta de vidrio y
antes de salir me quedé pasmado ante mi reflejo. Dí un grito ahogado al
enterarme de que mis ojos estaban rojos; en exceso. El iris empezaba a colorearse de un color verdoso que
reflejaba frialdad.
Esa imagen era impresionante. Así que corrí rápidamente hacia el
cuarto de baño del primer nivel y me asomé en el espejo superpuesto en un
armazón de metal que se erigía sobre el mármol, del lado norte. Lo que vi me
causó gran susto, era mi rostro infectado por la maldad, aquella maldad que
solo cobra sentido cuando la vez emerger de ti hasta este punto. Aquella maldad
me invadía, la sentía fluir; cada vez se hacía mi expresión, más aterradora.
Mi cabello parecía más oscuro de lo habitual y mi piel un poco más
blanquecina; parecía brillar. Respiré hondamente y cerré los ojos. Trataba de
aclarar mi mente, cuando escuché una voz que venía de adentro de mi cabeza y,
que con oscuro desdén, repetía incesablemente: “Es hora, hagamozlo, sólo una vez
más” Pero ¿qué significaba esto?¿ “Una vez más…” ? quería entonces eso decir
que lo había hecho antes pero, ¿a qué se refería? ¿Por qué me hablaba de
nosotros? ¿Quiénes eran, o eramos, nosotros?
Al mismo tiempo escuché retumbar un agudo sonido en mis oídos.
Entonces, otra voz se hizo clara y repetía con tono agudo: “Vamos, quiero ver
como lo hacemos, quiero ver como manchamos nuestras manos” Quedé un poco
confundido de lo que me estaba pasando. Y sin embargo, una tercera voz que
parecía aún más lejana, decía como un susurro: “tienes otra opción”. Empecé a
sentir un hambre insaciable, sentía que mi cuerpo gritaba y no podía
controlarlo. Era un deseo muy fuerte, todo esto era demasiado para mi. Perdí
control total de mis movimiento, y por un segundo me dije a mi misma: “es hora
de asesinar, mi próxima víctima ha sido elegida”
Cerré los ojos y aquella voz lejana me susurró al oído, o al menos eso
pareció; “¡acabalo ya!, has tomado una decisión” Agarré un maletín de cuero que
solía estar debajo del lavamanos y me marché. Ahora estoy en camino, la
búsqueda y persecución empieza, mi adorada víctima, ardo en deseo de arrancarte
el alma; es hora de trabajar en lo que cada noche solemos hacer, hay que tomar
algunas almas para el lado oscuro, el despertar está cerca, es hora de dejar
salir mi otro yo, empieza a desatarse una animalidad asesina que habita en mi.
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