domingo, 24 de febrero de 2013

Reflejos


Era usual levantarme cada mañana y mirarme al espejo redondo que reposaba en una de las paredes del amplio baño, de una de las habitaciones de la casa que había heredado de mis padres. Sin embargo, aquella mañana al salir de la ducha, limpié el vapor que había cubierto el espejo y deslicé mis dedos entre mi cabello húmedo; miré mis ojos, y noté que uno de ellos estaba enrojecido en uno de sus extremos , pero no presté atención, pues pensé que se debería al champú.

Salí de casa a las ocho de la mañana al igual que cada día. Compré un café en aquel Centro Comercial que queda entre la 5a y la 6a, en el pasillo comercial de la ciudad, y entré corriendo al ascensor que llevaba a las oficinas detrás del mismo. Al entrar en mi oficina, me acerque al pequeño espejo que estaba sobre el mueble de madera de cerezo que tanto me gustaba; allí tenía mis mejores whiskies y los mejores obsequios que mis clientes más adinerados me traían de sus viajes.

El ojo seguía rojo y la irritación se desplazaba ligeramente, en delgadas venas rojas que cada vez eran más numerosas. Tome las gotas que solía usar en estos casos, y apliqué dos en cada ojo. Continué mi jornada laboral y entre la ocupación, y el hecho de que el ojo no me producía molestia alguna, no volví a fijarme en él durante el resto del día.

Al llegar a Casa, el enorme balcón del tercer piso se jactaba de la bella luna que empalidecia todo el sector con su luz blanca. Entré en la cocina y saqué una cerveza de la nevera, la destapé, y me dirigía a la sala arrastrando los pies; el cansancio me dominaba. Pulse el botón de encendido del equipo de sonido y de inmediato se escuchó el pisador de una estación local, seguido de una balada; de aquellas de los años 80.

Pasé a la habitación contigua al salón comedor, era una vieja habitación de música que mi padre había mandado a construir a finales de 1964 cuando apenas tenía 17 años y empezaba a estudiar música en un conservatorio muy reconocido de Europa. Miré a través de la ventana que daba al solario, y me fijé en la bella noche que hacía afuera. Me acerqué a la puerta de vidrio y antes de salir me quedé pasmado ante mi reflejo. Dí un grito ahogado al enterarme de que mis ojos estaban rojos; en exceso. El iris  empezaba a colorearse de un color verdoso que reflejaba frialdad.

Esa imagen era impresionante. Así que corrí rápidamente hacia el cuarto de baño del primer nivel y me asomé en el espejo superpuesto en un armazón de metal que se erigía sobre el mármol, del lado norte. Lo que vi me causó gran susto, era mi rostro infectado por la maldad, aquella maldad que solo cobra sentido cuando la vez emerger de ti hasta este punto. Aquella maldad me invadía, la sentía fluir; cada vez se hacía mi expresión, más aterradora.

Mi cabello parecía más oscuro de lo habitual y mi piel un poco más blanquecina; parecía brillar. Respiré hondamente y cerré los ojos. Trataba de aclarar mi mente, cuando escuché una voz que venía de adentro de mi cabeza y, que con oscuro desdén, repetía incesablemente: “Es hora, hagamozlo, sólo una vez más” Pero ¿qué significaba esto?¿ “Una vez más…” ? quería entonces eso decir que lo había hecho antes pero, ¿a qué se refería? ¿Por qué me hablaba de nosotros? ¿Quiénes eran, o eramos, nosotros?

Al mismo tiempo escuché retumbar un agudo sonido en mis oídos. Entonces, otra voz se hizo clara y repetía con tono agudo: “Vamos, quiero ver como lo hacemos, quiero ver como manchamos nuestras manos” Quedé un poco confundido de lo que me estaba pasando. Y sin embargo, una tercera voz que parecía aún más lejana, decía como un susurro: “tienes otra opción”. Empecé a sentir un hambre insaciable, sentía que mi cuerpo gritaba y no podía controlarlo. Era un deseo muy fuerte, todo esto era demasiado para mi. Perdí control total de mis movimiento, y por un segundo me dije a mi misma: “es hora de asesinar, mi próxima víctima ha sido elegida”

Cerré los ojos y aquella voz lejana me susurró al oído, o al menos eso pareció; “¡acabalo ya!, has tomado una decisión” Agarré un maletín de cuero que solía estar debajo del lavamanos y me marché. Ahora estoy en camino, la búsqueda y persecución empieza, mi adorada víctima, ardo en deseo de arrancarte el alma; es hora de trabajar en lo que cada noche solemos hacer, hay que tomar algunas almas para el lado oscuro, el despertar está cerca, es hora de dejar salir mi otro yo, empieza a desatarse una animalidad asesina que habita en mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario